Reina Roja Jack Escarcha El intercambio Lucía en la noche El Paciente Casi, casi No es mío El jardín del gigante

Sacia tu sed con la lluvia de mis labios ...



Hace tiempo vengo preguntándome ¿Qué sería del ser humano sin la lluvia?
He querido buscar tantas razones que puedan contestar a esa pregunta que al cerrar los ojos llovía en mi propia mente.
Esos días en los que sales sin paraguas y es la lluvia la que te alerta de tu olvidadiza cabeza. Da menos miedo el mordisco de un gato que la lluvia haciendo manantiales dentro de la mochila o sobre tu ropa. Luego te paras a pensar que es de las personas que viven entre paredes callejeras y es cuando llover te produce dolor. Deja de gustarte mojarte sin motivos porque sabes que cuando llegues a casa tienes una toalla para secarte e incluso electricidad para enchufarte al calor que te proporciona el invierno.
Encuentras parejas por la calle que sin decir nada, bajo un mismo paraguas, hablan sus miradas te concedo esta lluvia para besarme. Y es ahí cuando el paraguas forma parte de una sonata y su mango se convierte en candelabro para iluminar ese amor que se trasluce haciendo desaparecer la muchedumbre a su alrededor.
Anocheceres bajo tu manta, café en mano y encontrando el momento perfecto. El beso mágico que te quite las ganas de estar despierta y sumirte a la llamada de Morfeo.
Han sido tantas las veces que he escrito con el bolígrafo mientras llueve que cuando me he querido dar cuenta creía que salía agua en vez de tinta.
Siento la tristeza de esas pobres nubes bajo ese manto grisáceo. La lluvia en su mirada, viendo como éstas caen en alcantarillas desplazándose hacia el mar y desapareciendo una a una sumiéndose en esa acumulación de partículas acuáticas dándonos vida en verano y paz en invierno.